Y entonces Clarice Starling le contó la historia que durante tanto tiempo Hannibal Lecter había querido escuchar: le contó cómo murió su padre, le contó cómo tuvo que vivir con su tío, y le contó cómo, en una espantosa noche, Clarice fue testigo de cómo su tío mataba a unos caballos y a unos corderos, le contó el aterrador chillido de los corderos en su agonía, le contó que continuaba escuchando esos chillidos en sus sueños, y le contó cómo intentó salvar a uno de esos corderos con la falaz ilusión de que de esa manera los demás dejasen de sufrir, dejasen de chillar y así poder alejar los chillidos de su cabeza, para que el silencio volviese a sus pensamientos. Un silencio que Clarice llevaba años buscando, un silencio en el que Clarice se sentiría segura, un silencio con el que Clarice volvería a encontrarse en paz consigo misma, un silencio reconfortante, un silencio protector...
Mientras que Clarice desea ardientemente el silencio de los corderos, a otros nos gustaría dejar de escuchar ese mismo silencio, un silencio tan desconcertante, un silencio tan insultante, un silencio tan inmerecido, un silencio tan egoísta, un silencio tan malentendido, un silencio tan humillante, un silencio tan incómodo, un silencio tan lejano, un silencio tan triste, un silencio tan despreciativo, un silencio tan aburrido, un silencio tan premeditado, un silencio tan embustero, un silencio tan típico, un silencio tan estúpido, un silencio tan cansino, un silencio tan eterno...
Un silencio que se podría romper con tantas palabras: te entiendo, te vienes al cine mañana, yo no quiero eso, me apetece tomar un café, somos tan distintos, me acompañas a comprar un disco, me sigues gustando, vemos una película esta tarde, te odio, estoy cansada de trabajar, te quiero, se acabó. Y lo peor de todo es que ya no importa cómo se rompa ese silencio porque ha sido demasiado tiempo, ha sido demasiado largo y ha sido demasiada apatía como para pensar que todo sigue igual, como para pensar que nada ha cambiado, como para pensar que se tenía algo especial, porque lo cierto es que ya no importa lo que tenga que decir, lo realmente importante es por qué sigue callada, por qué no se da cuenta que me está matando con este atronador silencio y por qué no le importa mi sufrimiento.
lunes, 25 de junio de 2007
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1 comentario:
Piensa un poco, ciudadano del mundo.
Tu, igual que todos, estás solo en esta travesía que llamamos vida.
Tu sufrimiento es tuyo y sentirás el silencio mientras no decidas sentir otra cosa.
Pensamientos positivos es lo que te puedo enviar desde España.
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